PROLOGO:
Weyard,
el planeta azul, guarda innumerables secretos en sus entrañas. Desde
que el hombre evolucionó a lo que es hoy en día, siempre se han
tenido referencias hacía cuatro faros erigidos en diferentes puntos
del planeta. No hay archivos de por que se construyeron ni nadie
tiene constancia de su papel, sin embargo, en sus proximidades hay
numerosas advertencias sobre que no deben ser profanados por nadie
pues la magia que guardan en su interior puede ser una grave amenaza
para nuestro mundo. Se les conoce como los faros elementales ya que
están protegidos por los espíritus de Marte, el señor del fuego,
Venus, la madre Tierra, Mercurio, la bravura del agua, y Júpiter, el
todo poderoso viento. Asimismo, existen guardianes que protegen los
faros dotados de poderes especiales, afines al elemento que ellos
mismos deben salvaguardar. Con el tiempo se han dado casos de
personas con estos mismos poderes desde su nacimiento, y a estas extraordinarias personas, se les llama adeptos, capaces de dominar los
elementos, pero, no todos llevan el mismo camino, y la ambición de
algunos hace peligrar el equilibrio de Weyard y los Faros pudiendo
desencadenar terribles fuerzas. El futuro de este mundo aún esta por
decidirse y es la hora de que "Ellos" tomen partido en esta
historia. Las puertas de la Alquimia se han abierto.
CAPITULO I: Despertar.
Parece mentira que hayan pasado tres años, no se que nos va a deparar
allí afuera, no se si alguien leerá estas lineas algún día, temo
que no nos quede mucho tiempo antes de que todo esto se vuelva una
locura y cometamos un grave error. Ni siquiera se si podre
reconocerme a mi mismo escribiendo esto, tan solo deseo que se puedan
salvar mas vidas que las que yo intenté y también...arrebaté. Al
igual que aquí me enseñaron a pasar poco a poco el testigo a las
futuras generaciones, creo que ha llegado el momento de que yo haga
lo propio. Si alguien consigue leer estas líneas, sabrá lo que debe
hacer. Recordad que no estáis solos,aún no es tarde para vosotros.
Suml-ar!
Mucho tiempo atrás nuestra
historia nos sitúa en una pequeña ciudad de comerciantes llamada
Tolbi, donde vivía Luneth, un joven de 17 años. Era un chico alto,
tenía el pelo castaño semilargo y liso, sus ojos eran muy
llamativos debido a que el izquierdo era azul mientras que el derecho
era verde. Siempre estaba sonriendo y era muy amable con todo el
mundo, se llevaba bien con todos los del pueblo, y en la escuela era
muy aplicado. Luneth volvía una tarde de la escuela por la calle
principal del mercado. Era una amplía calle que se abría en una
gran plaza donde todos los comerciantes exponían sus productos en
sus puestos, todos de madera y piedra. Aparte, también se encontraba
el ayuntamiento cuya estructura era mucho mas lujosa, de granito, y
materiales exóticos del otro lado del mar, con un gran jardín. Pese
a tanto edificio, ninguno tenía una mayor altura de diez metros.
En la calle, los
comerciantes ultimaban las ventas del día antes de recoger e irse
con sus familias. El herrero parecía estar forjando algún arma por
el estruendo que producía su martillo contra el yunque y el humo que
salía de la forja. El peletero voceaba como siempre para vender sus
ropas de piel y seda que según él, eran las mejores del continente.
También estaba el desollador que ya empezaba a guardar sus
materiales y llevar un paquete al carnicero. Luneth fue a ver que
hacía su amigo el herrero, pues le encantaban las espadas y siempre
que podía echaba un vistazo a su tienda, donde el herrero le
enseñaba sus últimas obras mientras los ojos de Luneth
resplandecían de deseo y admiración.
-Ja,ja, eres el único que
aprecia mis armas, algún día haré una espada para tí, chico- le
decía Pinakle, el herrero.
Cuando Luneth se acercó,
Pinakle le miró y sonrió.
-¡Hombre Luneth!, ¿hoy no
te vas al descampado a entrenar?.- comentó al ver que se acercaba.
Luneth solía irse muchas
tardes a las afueras de la ciudad donde se imaginaba siendo un
guerrero y ponía en práctica los movimientos que veía en los
entrenamientos de los guardias con una espada de madera que él mismo
se había fabricado con la ayuda del herrero.
-Hoy no Pin, no veo la hora
de llegar a casa y comer, ¡estoy hambriento! - decía mientras le
sonaban las tripas. -Por cierto, ¿en que trabajas esta vez?- dijo
curioso.
-Pues verás, es un secreto,
pero como se que te gustan tanto estas cosas te lo voy a contar. - se
le acercó al oído. - Ha venido uno de esos adeptos, si si, lo que
oyes, y me ha pedido que le fabrique una espada digamos...un tanto
especial, es algo difícil de comprender para ti, no te ofendas. El
caso es que tengo que hacer mi mejor obra si quiero satisfacerlo, me
ha pagado una cantidad de dinero suficiente como para cerrar esto una
temporada. -Pinakle miró de reojo a su alrededor y cuando no vio a
nadie, se la mostró a Luneth.
Era una espada maravillosa,
nunca había visto nada igual, la hoja resplandecía por si sola,
tenía un brillo propio, se podía apreciar un parpadeo muy tenue,
que le daba un aspecto místico, no estaba hecha de ningún metal que
él conociera, de un color tan blanco como la nieve. Era bastante
larga, tenía doble filo, hacía un pequeño semicírculo poco antes
de llegar a la punta, donde tenía una inscripción que Luneth no era
capaz de descifrar. En la zona baja se volvía mas gruesa dándole un
aspecto mas robusto y uniforme hasta llegar al encaje de la
guarnición. El pomo era una bola ligeramente rosada la cual estaba
sostenida por dos colas que siguiendo la trayectoria de la
empuñadura se iban entrecruzando hasta finalizar en los cuerpos y
cabezas de dos dragones que formaban la guarnición, dándole un
aspecto feroz y que además permitía defenderse con ello en caso de
que alguien la intentase coger por esa zona.
Pinakle la volvió a guardar
y dijo:
-Aún no está terminada, la
parte baja tengo que equilibrarla más, pero sin duda es la mejor
espada que he hecho, estoy muy satisfecho, y le queda un toque final.
-¡Es impresionante! Nunca
había visto nada igual, ¿y dices que un adepto te la ha encargado?
¿como es? Debe ser alguien increíble.
-Lo es, te lo aseguro, no es
alguien que sea vea todos los días, por eso he puesto todo el
cuidado del mundo, ¡Va a ser la espada de un adepto!
-Que envidia...bueno Pin,
muchas gracias por enseñármela, ahora me tengo que ir – se
despidió corriendo.
-Adiós chaval, dale
recuerdos a tus padres -le gritó cuando ya estaba lejos.- Este
chico...siempre tan acelerado.- se rió
De vuelta con Luneth, el
chico no podía parar de pensar en aquella maravillosa espada y el
hecho de que un adepto estuviera aquí "no puedo creerlo, me
encantaría conocerle". De la emoción, decidió al final irse
al descampado a practicar un poco con la espada. La tenía guardada
bajo un montón de desperdicios que dejaba la gente allí y nadie
tocaba, así que nadie se la podía robar. La sacó de donde la había
dejado y se puso manos a la obra como de costumbre.
Llevaba un rato cuando
decidió dejarlo e irse ya para casa en el momento en el que escuchó
unas risas no muy lejos. Fue acercándose con precaución y entonces
reconoció a su padre en la distancia. "¿Que hace aquí a estas
horas?", se preguntó. Se iba a dirigir hasta él, cuando se dió
cuenta de que había otra persona con él, una mujer de pelo largo y
rubio que le sonaba de haberla visto alguna vez por la ciudad.
Decidió observar un poco más y entonces comprendió lo que estaba
sucediendo, eran amantes. Luneth estalló de rabia por dentro
preguntándose como su padre podía estar haciendo algo así y fue
entonces cuando un poderoso temblor comenzó a sacudir la ciudad. La
mujer pareció asustarse, sin embargo su padre parecía impasible
pese a la magnitud de aquel terremoto.
Luneth también se asustó
bastante y se tropezó por las sacudidas. El ruido debió alertar a
aquellos dos así que decidió correr por el callejón de vuelta a la
ciudad antes de que le vieran. No se dio cuenta de que alguien le
estaba observando a él.
Una vez que Luneth
desapareció, la figura que le había estado observando caminó un
poco hasta el llano, jugando con una pequeña roca en la mano,
lanzándola al aire y atrapándola. Llevaba un gran sombrero rojo y una
capa marrón que le tapaba media cara e impedía ver sus facciones.
-Vaya, esto si que no me lo
esperaba...interesante -. Dijo, y mientras lanzaba la roca al aire,
antes de que volviera a su mano, esta se hizo polvo y desapareció.
Pasaron los días y los
terremotos no cesaban, cada vez eran mas violentos. Luneth estaba mas
irritado cada día, entre los temblores, y que seguia viendo a su
padre con aquella mujer, no entendía como tenía la desfachatez de
mirarle a él y a su madre a la cara tan tranquilo. Ni siquiera
Pinakle era capaz de llamar su atención aquellos días, ni tampoco
tenía ganas de practicar con la espada.
Iba caminando con la mirada
al suelo cuando notó que se había chocado con alguien. -Lo
siento...-pero aquella persona no se detuvo ni tan siquiera un
instante. Luneth notó algo extraño en esa persona, como si le fuera
familiar de alguna manera, no sabía explicarlo pero podía
sentir...¿su energía?. Entre tanto pensamiento, quien fuera que
fuese, se había alejado bastante, y corrió para seguirlo, pero le
perdió la pista detrás de la calle de la escuela. De repente se
oyó una gran explosión y vio una columna de humo elevarse en el
cielo al sur de allí.
-¿Que habrá pasado?- se
preguntó, y entonces se fijo que aquella columna de humo venía de
la zona donde él vivía. Empezó a correr cuando en frente suyo
apareció un hombre con un sombrero rojo.
-No deberías ir, quédate
aquí- le dijo
-¿Qué? ¿Quién eres tú,
y por que me dices esto?
-Hazme caso, corres peligro,
será mejor que te mantengas al margen.
-Mis padres están allí,
tengo que ver si les ha pasado algo, ¡Apártate!
-Lo siento chico, eso no va
a pasar-.
-Pues si no me dejas, te
apartaré por la fuerza -. y Luneth se lanzó a por él.
El hombre alzó la mano
derecha y frente a él materializó un muro de rocas para frenar al
chico, pero antes de que se diera cuenta,Luneth había atravesado de
un puñetazo aquel muro y estaba a punto de darle a él. Reaccionó
a tiempo para apartarse rodando mientras Luneth consiguió pasarle y
se fue corriendo. -!NO VAYAS, LUNETH!-. Pero este hizo caso omiso y
se dirigió allí. Se maldijo a si mismo y fue detrás de él cuando
se encontró a Pinakle con algo en la mano.
Luneth llegó al lugar de
donde provenía la explosión y se alegró al comprobar que su casa
estaba intacta. Le faltaba el oxígeno y respiraba entrecortadamente,
había algo que le perturbaba aún. En ese momento, alguien salió de
su casa corriendo, era su madre, quien no había reparado en él y
miraba fijamente al cielo. Luneth miró por inercia y vio una bola
de fuego caer directamente en su casa haciéndola estallar. La fuerza
de la onda expansiva le hizo salir despedido hacía atrás
golpeándose la cabeza contra una pared, que hizo que su vista se
tornara borrosa, y al tocarse en la zona afectada con la mano, notó
sangre. Se levantó como pudo y vio a otras dos personas más que
habían aparecido.
Vio a su madre que estaba
de espaldas a él, junto a un hombre muy alto de larga melena azul
que la sujetaba, parecía estar ayudándola lo cuál tranquilizó a
Luneth, y frente a ellos estaba un hombre de pelo rojo y ojos negros
como el carbón, muy musculado y con algunas heridas en su torso
desnudo.
-Un momento...¿Padre?-
debido a la borrosa visión no pudo distinguirlo bién. En ese
momento otra bola de fuego cayó a su lado volviendo a hacer que
saliera por los aires y produciéndoleesta vez quemaduras muy
dolorosas.
-¡Luneth!¡Luneth!, hijo
mío, ¿estas bien? - vió la cara de su madre acercándose a él.
-Ma...madre, ¿que está
pasando? – intentó levantarse como podía.
-Lo siento cariño, no
tendrías que estar metido en esto, es todo por mi culpa, por favor,
huye, sal de aquí, no quiero que te hagan daño -le puso las manos
encima y Luneth notó una corriente de calor muy agradable en su
cuerpo, y sus heridas ya no le dolían y podía moverse mucho mejor.
-Madre, déjame ayudarte por
favor, ¿que ocurre? ¿ese era padre?
Su madre iba a contestarle
cuando un grito de advertencia del hombre de melena azul les alertó
y esquivaron a tiempo unas llamas que se dirigían a ellos,
separándoles por un muro de fuego.
-Luneth, vete, ¡AHORA!-se
apresuró a decir su madre.
Este comprendió que no
podía hacer nada y se dispuso a correr, estaba temblando de miedo,
todo estaba en llamas a su alrededor. Se dispuso a mover sus pies
pero no le respondían, era como si estuviesen congelados por alguna
extraña fuerza. Vio algo por el rabillo del ojo y alzó la cabeza
para ver que el otro hombre, el pelirrojo estaba volando en frente
suya observándole y mirándole con odio.
-TÚ, desgraciado, solo eres
una escoria inservible, tu madre y tú me habéis engañado hasta
ahora, pero eso se ha acabado, vais a morir aquí y ahora. - le
brotaban llamas de las manos y se disponía a lanzarlas contra Luneth
cuando el otro hombre, el de la melena azul, se lanzó a por el,
impulsándose con un torrente de agua y haciéndole un placaje, sin
embargo, el pelirrojo se lo quitó de encima fácilmente y le dio una
patada que le lanzó lejos. En ese instante se propulsó con llamas
hacía Luneth convirtiendo su puño en fuego puro, mientras este
seguía sin poder moverse. Vio a su madre correr hacía el gritando
unas palabras y saliendo chispas de su cuerpo, pero nada más.
-Voy a morir aquí -pensó,
y cuanto más cerca estaba aquel hombre, mas certeza tenía de lo que
había pensado, era su padre el que iba a matarla, no cabía duda.
Luneth cerró los ojos y
tras un instante notó como le ardía el estómago y algo caliente
le acababa de salpicar por toda la cara y el cuerpo. Abrió los ojos,
y la imagen que tenía delante suyo, era aún mas aterradora que la
propia muerte.
Su madre se había
interpuesto en el golpe y lo que Luneth tenía era la sangre de ella.
El puñetazo había atravesado el cuerpo de ella, carbonizando al
instante sus órganos. Vio el rostro pálido de su madre, quién
apenas conseguía mover los labios, intentando decir algo. Pese a
aquella turbia escena, Luneth intentó descifrar que decía su madre:
-Tienes...que vivir, por mi.
Tú eres...mi querido hijo,hazte fuerte...te...te..quie-.pero en ese
instante la cabeza de su madre quedó carbonizada también, y su
cuerpo empezó a arder. Su padre, le sacó el puño del agujero que
había quedado en su torso y lanzó el cuerpo inerte al suelo.
-Tranquilo, ahora te toca a
ti, ¿hacerte fuerte, tú? No me hagas reir, ni siquiera puedes
cuidar de ti mismo, mucho menos salvar a tu querida madre -.Empezó a
propinarle golpes por todo el cuerpo rompiéndole huesos, y
produciéndole nuevas quemaduras, cuyo dolor hacían que Luneth
gritara desesperadamente. Se disponía a dar el golpe final contra
Luneth cuando algo llamó su atención y miró hacía otro lado.
Luneth no supo que pasó
después, se sumió en la más profunda oscuridad, solo distinguió
unas figuras brillantes acercándose y otra más lejana que les
perseguía. Su cuerpo ya no respondía, había llegado al límite,
sabía que todo se acababa ahí. No había podido hacer nada por su
madre, ella y mas gente habían muerto por culpa de él, solo era un
estorbo, un lastre, a quien habían tenido que salvar, en vano, ya
que ahora, se reuniría con ella de nuevo. "Si hubiera tenido mas
poder..." fue el último pensamiento que tuvo, antes de que la
oscuridad consumiera todo su ser.
PRÓXIMAMENTE---> CAPITULO II: TIEMPO DE CAMBIO
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