Cosas que nunca cambian.

Por quién doblan las campanas, escrita por Hemingway en 1940, es una obra que retrata los horrores de la Guerra Civil y que ahonda y reflexiona sobre el hombre y la muerte. En ella Hemingway deja caer muchos de los errores infantiloides humanos que causaron la Guerra a través del pensamiento su protagonista Robert Jordan.

"Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia; la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas; ¡doblan por ti!."

"Esto es como un tiovivo. No es un tiovivo como esos que giran alegremente a los sones de un organillo, con los chicos montados sobre vacas de cuernos dorados, donde hay sortijas que se ensartan con bastones al pasar, a la luz vacilante del gas, en las primeras sombras que caen sobre Maine Avenue; uno de dos tiovivos instalados entre un puesto de pescado frito y una barraca en la que gira la rueda de la fortuna, con las tiras de cuero golpeando los compartimentos numerados y las pirámides de terrones de azúcar que sirven como premio. No, no es esa clase de tiovivo aunque haya gente esperando aquí, igual que se esperan allí los hombres con las gorras caladas y las mujeres con sus chaquetas de punto, descubierta la cabeza y brillando el cabello a la luz del gas, mientras contemplan fascinadas la rueda de la fortuna, que da vueltas. Esta es otra clase de rueda y gira en sentido vertical. Esta rueda ha dado ya dos vueltas. Es una rueda muy grande sujeta por un compás, y cada vez que gira vuelve al punto de partida. Uno de sus lados es más alto que el otro, y cuando vuelve a descender os encontráis en el lugar de partida. No tiene premios de ninguna clase y nadie montaría en ella por gusto. Se encuentra uno arriba y tiene que dar la vuelta sin haber abrigado la menos intención de subirse a ella. No hay más que una sola vuelta, grande, elíptica, que nos eleva y nos deja caer después, volviendo al lugar de donde parimos. Henos aquí de vuelta otra vez sin que nada se haya solucionado."

Y sin embargo, se mueve.

Galileo, siglo XVII. Desafío al orden religioso (y por ende, político) establecido hasta entonces. Se ve obligado a aceptar públicamente, ante la Inquisición, que la Tierra no giraba alrededor del Sol, sino al revés. Pero sale del tribunal pronunciando esta frase, y dando cuenta de que sus convicciones siguen siendo las mismas.